Eres un sinvergüenza

—Una vez que te hayas ido, podré estar con mi hija —agregó James—. Si no contraes nada mortal, siéntete libre de llamarme aquí de nuevo. Te serviría gratis.

—Eres un sinvergüenza —siseó ella enojada.

—Siempre lo he sido... pero solo para ti —respondió él, su expresión inalterada, aunque ahora una leve sonrisa jugueteaba en sus labios.

—Piérdete.

—Decide si quieres decirle la verdad a Natalie o si debo ser yo quien lo haga —Se giró para irse—. Volveré pronto.

Al abrir la puerta, encontró a Eric de pie afuera.

James se detuvo y le dijo:

—Dale un antibiótico fuerte o lo que sea— a menos que quiera contraer una infección después de besarme.

¡Crash!

Un vaso se estrelló en el suelo cuando la mujer furiosa lo lanzó hacia James. Los fragmentos se dispersaron cerca de donde él estaba.

—¡Sal de mi casa! —Su voz enojada resonó por la habitación.

James no se giró para mirarla pero dijo: