Lealtad, Parte Treinta y Cinco

Armia tejió magia y acero juntos. Su hoja atrapó la espada de un guerrero mientras su mano libre trazaba otro signo de conjuro en el aire.

—Glaciar, sub pedimus!

El hielo se extendió por el suelo del bosque, atrapando a uno de sus oponentes en plena carga. Sus pies resbalaron y su armadura resonó al caer.

«No tan fuertes cuando no pueden afirmarse, ¿eh?»

Notó algo sobre estos darianos. Estos guerreros luchaban como si fueran invencibles. Como si su fuerza y tamaño los hicieran imparables.

En otras palabras, eran arrogantes.

—Terra spina eruptio!

Púas de piedra emergieron del suelo, obligando a sus oponentes restantes a esquivar torpemente. El movimiento llevó a uno directamente al camino de su espada. Le abrió el brazo desde el codo hasta la muñeca, ganándose un rugido de dolor y furia.