Lealtad, Parte Treinta y Seis

Los músculos de Melistair dolían mientras recogía sus herramientas. Nueve horas tratando de concentrarse en la construcción mientras se preguntaba si su mejor amigo sería un asesino potencial lo habían agotado de maneras que nada tenían que ver con el trabajo físico.

—¡Pss! ¡Papá! —Casi suelta el martillo al escuchar la voz de Melisa desde un callejón cercano. El cabello teñido de plateado de su hija captó la luz del atardecer mientras lo llamaba con la mano.

—¿Has estado esperando aquí todo el día? —preguntó él, mirando alrededor para asegurarse de que nadie prestara atención a la chica nim haciendo señas a un trabajador de la construcción desde un callejón. Eso sería... difícil de explicar.