El Artefacto, Parte Seis

Melisa esparció su colección de objetos al azar sobre su cama, examinando cada uno con la intensidad de una general planificando una batalla decisiva.

—Bien, entonces esto es lo que tengo: guantes de cuero, guantes de seda, guantes de lana, guantes de algodón

—¿Por qué tienes tantos guantes? —Cuervo preguntó desde su escritorio, donde metódicamente afilaba uno de sus dagas.

—No tengo. Los pedí prestados literalmente a todos los que conozco. —Melisa levantó un par particularmente elegante con encaje bordado—. Estos son de Isabella. Ella dijo, y cito: «Por lo general, solo los uso cuando quiero sentirme elegante mientras acaricio mi polla.»

La expresión de Cuervo no cambió, pero dejó su piedra de afilar con un poco más de firmeza de lo necesario.

—Eso es más información de la que pedí.

—Sí, ese es todo el problema, ¿verdad? —Melisa suspiró, dejándose caer sobre su cama—. Demasiada información inundando mi cerebro cada vez que accidentalmente rozo a alguien.