El Artefacto, Parte Siete

Melisa intentó no moverse demasiado mientras el carruaje real rebotaba por las calles empedradas hacia el palacio. Los asientos de terciopelo lujoso y los adornos dorados aún le parecían extraños, un recordatorio de lo lejos que había llegado desde aquella pequeña chica nim en Lessmark que no podía lanzar ni el hechizo más simple.

«Y sin embargo, aquí estoy. De camino a aconsejar a la reina. Quiero decir, extraoficialmente, por supuesto».

Ajustó su túnica formal de la academia, especialmente adaptada para acomodar sus cuernos y su cola. Margarita había insistido en la mejora unas semanas atrás, declarando que «si vas a jugar a la política con humanos, más vale que parezcas el papel».

—¡Ack!

El carruaje golpeó un bache particularmente profundo, casi haciendo que Melisa saliera volando de su asiento.

—¡Cuidado ahí! —la guardia real sentada frente a ella advirtió—. Estas viejas calles no fueron construidas pensando en la comodidad.