—¿Has venido en persona a darme la bienvenida, Evangelina? —Elena le lanzó una mirada a Harold, pero él parecía no darse cuenta de su presencia. Parecía no notar a nadie a su alrededor. Sus ojos estaban fijos únicamente en Eva, como si todavía estuviera enamorado de ella.
Era difícil para Elena creer que era solo una coincidencia que Eva entrara al gran comedor para desayunar con ellos. Ni un minuto antes ni después. La perra debía haberlo planeado. Ya se había casado con alguien más, sin embargo, quería que su ex esposo la siguiera como un tonto enfermo.
Elena quería rodearle con sus brazos para recordarle su presencia. Pero no se atrevió a hacerlo. Esto era un palacio real y ellos eran cuñados a los ojos de todos.