Una Bestia Sin Correa

Damien salió de la habitación sin volver la vista atrás. Sus ojos eran oscuros y fríos como un vórtex que podría absorber todo a su alrededor. Abraham quería gritar y detenerlo, pero cuando Damien alcanzó la puerta, el toque de su dedo volvió la puerta blanca pulida en negra y carbonizada. Se convirtió en madera quemada de inmediato, pero no propagó fuego.

Damien no quería matarlo, pero quería amenazar a la iglesia. Los humanos comunes nunca podrían resistir la maldición de la diosa. ¡Solo las bendiciones de la diosa tenían ese poder!

—Si solo esa chica tonta hubiera heredado los poderes de su madre —maldijo mientras sentía a Eve como una traidora—. ¿Cómo pudo casarse con un hombre que había matado a su madre?

Damien cerró los ojos y tomó varios respiraciones cortas como si luchara por oxígeno en su cuerpo. Su rostro lentamente comenzó a calmarse. No quería iniciar la guerra, nunca quiso luchar contra la maldición.