Acabo de empezar

—No vas a ir a ningún lugar antes de recibir tu castigo —advirtió con voz oscura y un escalofrío recorrió su espina dorsal.

Se inclinó y besó su cuello, sintiendo el calor de su piel, sus temblores, antes de que sus labios tocaran su garganta. Un suave ruido escapó de ella.

Su pecho se apoyó en sus pechos, frotándolos, presionándolos y ella contuvo la respiración.

Su lengua se deslizó ligeramente por la piel desnuda donde se unían el cuello y el hombro y luego la mordió hasta que ella gritó más fuerte.

—¡Nunca me dejarás solo! —le advirtió con una voz llena de oscuridad y deseo que le prometía cosas perversas.

Sintió sus testículos tensarse. Y un nuevo hambre animalística nacía, sabía lo que quería: cubrirla, sujetarla, y penetrarla mientras ella gemía.

Corrió el escote de su vestido, cuando no se movió, lo rasgó ganando un suspiro de ella.

—Ese vestido tomó dos semanas de trabajo. No me quedan muchos —lamentó ella solo para ganar una risa de él.