Familia perdida

—Oh, señor Killian. Olvídate del payaso. Él no sabía cómo hablar —Carmen lanzó una mirada a Harold que obligó al hombre a sentarse de nuevo, su pecho palpitando de ira y su rostro rojo de humillación.

Pero él sabía lo que esa mirada significaba, si hablaba otra vez, sería sacado de la habitación o peor. ¡Y todo eso por culpa de Evangelina!

Carmen sonrió al notar la sumisión.

—¿Pero necesitas más tiempo para pensarlo? —su voz decayó mostrando su disgusto. Killian asintió, sin que le importara.

—Hacer un camino también necesitaría despejar algunas aldeas. Necesito pensar en ello minuciosamente antes de aceptarlo. Después de la guerra, no estoy seguro si podríamos pagar la construcción también —lo rechazó de manera sutil, pero Carmen no era alguien que aceptara un rechazo sutilmente.

Movió sus manos en señal de despedida.