Debido a las severas condiciones climáticas, Lucio y sus compañeros no pudieron regresar a Italia esa noche. Una densa niebla se había asentado, haciendo imposible que el piloto pudiera navegar el avión de manera segura. Sin otra opción, decidieron pasar la noche en Rusia en la residencia de Varya Sokolov.
Afuera, bajo la oscura extensión del cielo, Luca sacó un cigarrillo de su bolsillo, colocándolo entre sus labios.
Palmeó su abrigo en búsqueda de un encendedor, pero antes de que pudiera encontrarlo, un destello de luz iluminó el espacio entre ellos. Una mano firme ya había encendido una llama para él.
—Gracias —murmuró Luca mientras inhalaba profundamente, observando cómo Lucio bajaba su mano.
—¿Quieres uno? —preguntó, ofreciendo un cigarrillo a cambio.
Lucio negó con la cabeza. —No, gracias. Lo dejé hace mucho tiempo.