Varya sacó un pañuelo y suavemente limpió las gotas de agua persistentes en el rostro de Roger antes de bajar la mano.
—Deberías ir a casa —aconsejó, su mirada parpadeando hacia su camisa medio empapada debajo del abrigo—. Hace frío, y andar así solo te enfermará.
Roger, sin embargo, negó con la cabeza. —Te dejaré en tu hotel primero.
—No —rechazó Varya firmemente—. Tomaré un taxi. No te preocupes por mí.
Roger exhaló, reacio a dejarla sola, pero sabía que era mejor no discutir con ella cuando ya había tomado una decisión.
Un breve silencio siguió antes de que Varya se girara completamente hacia él, con los brazos cruzados. —¿Está pasando algo entre tú y Sylvia?
La expresión de Roger se oscureció ligeramente, pero negó con la cabeza. —No está pasando nada —respondió simplemente—. A ella solo... le gusta hacer eso.