Chico de los recados

Varya fue sorprendida por la pregunta de Roger. Dudó, incierta de cómo responder. Al notar su reticencia, Roger no insistió por una respuesta. En cambio, permaneció en silencio mientras seguía conduciendo.

Al cabo de un rato, se detuvo frente a un restaurante. Cambiando la marcha a estacionario, se giró hacia ella con una sonrisa cortés.

—Aparcaré el coche. Deberías entrar —dijo él.

Varya asintió y salió del vehículo mientras Roger avanzaba para encontrar un lugar para aparcar.

Unos minutos más tarde, él regresó a la entrada, donde ella estaba esperando.

—¿Vamos? —preguntó.

Juntos, entraron en el restaurante cálidamente iluminado, donde el suave murmullo de conversaciones y la música de fondo creaban un ambiente acogedor. El anfitrión los llevó a una mesa junto a una ventana del suelo al techo, ofreciendo una vista pintoresca de las luces de la ciudad.

Tan pronto como se acomodaron, un camarero se acercó con los menús.

—Aquí, tú decides —dijo Roger, pasándole a Varya el menú.