¿Quieres que pare?

—¿Lo odias porque le gustabas? —preguntó Aiden. Ya conocía la respuesta. Roger se lo había dicho antes, pero quería escucharlo de Sylvia misma—. Siempre actúas con amargura hacia él.

—Si vas a hablar de él, entonces vete. O te echaré —advirtió ella.

Aiden suspiró, imperturbable por su hostilidad—. Solo estoy tratando de entender tu perspectiva. No te alteres —dijo antes de retomar su comida con calma.

Un pesado silencio se estableció entre ellos mientras terminaban de comer, ninguno dispuesto a romperlo. Cuando terminaron, Aiden ayudó a Sylvia a tirar las cajas vacías en la papelera.

—Deberías irte —dijo Sylvia, cruzando los brazos. Luego, después de una pausa, agregó—. Gracias por cenar conmigo.

No le dijo cuánto anhelaba una familia; cuánto extrañaba la sensación de pertenencia porque para ella, tener una siempre había sido imposible.

Antes de que Aiden pudiera responder, Coco maulló, rompiendo el silencio.