DEDOS JODIDOS (2)

Ann estaba furiosa mientras entraba pisando fuerte al ascensor. Apretó el primer botón del ascensor antes de que se cerrara. —Blab bla bla bla —dijo, intentando imitar la forma en que él habla. —Es tan insensible —se quejó con enojo.

La puerta del ascensor se abrió y ella salió del hospital. Llegó a la carretera y tomó un taxi. —Espacio Roils 103 —dijo la dirección de su apartamento y el taxista asintió antes de arrancar. Quería llamar a Silver, pero primero tenía que llegar a casa y satisfacerse antes de cualquier otra cosa. Suspira y pasa los dedos por su cabello. —¿Podrías ir más rápido, por favor acelera? —exigió Ann.

Unos minutos después, el coche se detuvo y pagó al taxista antes de bajarse del taxi. Caminó con paso firme hacia su apartamento, colocó su tarjeta en la puerta y esta se abrió. Sabía que Silver estaba allí ya que la puerta no estaba con llave. Justo como había pensado, su mirada se encontró con Silver que estaba acostada en la cama, usando su teléfono. Silver no la notó, pues sus ojos estaban pegados al teléfono.

Ella cerró la puerta con llave y se quitó su bota marrón, —He llegado a casa Silver —anunció Ann y fue entonces cuando Silver notó su presencia.

Silver ajustó su cuerpo y se sentó en el borde de la cama, —¿Cómo te fue? —preguntó mientras Ann lanzaba su zapato al suelo y se dejó caer en la cama.

—Agotador.

—¿Cómo te sientes ahora? —Silver preguntó, mirando su cara que estaba volteada hacia el techo.

—Excitada —Ann respondió honestamente.

—¿Pasó algo entre ustedes dos? —Silver preguntó, sonriendo pícaramente.

—En serio, lamento haber ido allí, ese hijo de puta me calentó y me dejó a medias, diciendo que no puede tocarme si no firmo un contrato de diez días con él —Ann soltó sin tapujos.

Silver jadeó, —¡¿Contrato de diez días?! —exclamó. —Ann, ¿sabes lo que significa tener un contrato con un doctor? —preguntó y Ann se sentó sobre su codo y luego se giró para enfrentarla.

—No

—Por favor dime que aceptaste su oferta

Ann rodó los ojos y se dejó caer de nuevo en la cama, —No lo hice.

—¡Qué! ¿Estás loca?! —Silver susurró gritando.

—No, no estoy loca y él me dio solo dos días para pensarlo.

—¿Y...?

—Nunca volveré.

—Tienes que hacerlo.

—Silver por favor no.

—¿Qué tal si te masturbo con los dedos? —preguntó Silver y los ojos de Ann se iluminaron.

Ann se sentó mientras la emoción se abría paso hasta sus labios, —¿En serio?

Silver rodó los ojos, —Acepta mi condición primero, mañana volverás a ver al doctor del sexo —dijo—. Y asegúrate de aceptar su oferta —añadió y Ann asintió en acuerdo.

—Está bien...

—Promesa de dedo meñique —dijo Silver, sacando su dedo meñique.

—Es una promesa —Ann cruzó los dedos con su mejor amiga.

—De acuerdo, quítate el vestido —ordenó Silver mientras se levantaba de la cama.