Ann se despertó por el rápido movimiento de algo húmedo y suave en su clítoris. Sintió dos dedos ásperos, abrieron su coño y algo la lamió de nuevo. Deslizó su brazo por la cama para comprobar si había alguien, pero estaba vacía.
Movida por la curiosidad, levantó la manta y se sorprendió al no encontrar a nadie dentro.
—¿Cómo es posible, sentí que alguien me tocaba? —soliloquió con duda.
—Buenos días, señorita Ann.
La voz profunda de Marcos la devolvió a la realidad y se aclaró la garganta para alejar lo que había imaginado hace unos segundos. Dirigió su mirada hacia la puerta y lo encontró apoyado en ella.