—El taxista ajustó el espejo delantero de su coche y reveló a Silver con una expresión exasperada en su rostro, desde detrás del asiento del pasajero —suspiró y volvió a poner su mano en el volante mientras conducía—. Intentaba concentrarse en la carretera pero le molestaba mucho la expresión facial de ella, podía decir que estaba enojada y necesitaba hablar con alguien.
—Sabes que siempre puedes escupir tu enojo —rompió el silencio entre ellos y dijo, sin saber que sería la peor decisión que jamás había tomado.
—¿Dónde lo escupo? ¿En tu cara? —preguntó Silver y eso lo calló mientras se concentraba en la carretera mientras conducía—. ¡Sabes qué! Solo déjame aquí ya que no sabes cómo mantenerte al margen de los problemas de los demás —dijo enojada y él detuvo el coche de inmediato.
—Lo siento, señora —el taxista se disculpó, pero eso no fue suficiente para enfriar su ira creciente.