El Sacerdote caminaba de un lado a otro por el pasaje, buscando señales de su regreso.
La medianoche estaba a solo un par de minutos. ¿Dónde podrían estar? ¿Deberían estar regresando ya? ¿Dónde estaban?
Se escuchó una risa casi inaudible detrás de él.
Era Nyka, estaba apoyada contra la pared rocosa del pasaje, la victoria y la burla danzaban en sus negros ojos bajo la luz de la luna que lograba filtrarse en el túnel.
—¿Dónde está tu Heredero ahora? —hizo una pausa y mantuvo su mirada—. ¿Uza?
El Sacerdote frunció el ceño, sabiendo que ella intencionadamente no había usado su título.
Esto era un insulto a su visión, su capacidad y el hecho de que él había traído al Heredero, una profecía en la que ella obviamente no creía.
—Pronto —dijo el Sacerdote, escondiendo sus temblorosas manos en su túnica negra—. Muy pronto. Ellos estarán aquí muy pronto.