Mi corazón latía acelerado mientras mis dedos resbalaban sobre la tapa de la caja. No podía abrirla lo suficientemente rápido. Lo único que podía pensar era que al abrir esta caja, tendría las respuestas para salvar a la Manada de Miltern.
En cuanto la luz de la habitación de Soren se filtró en la caja y reveló lo que había dentro, mi corazón se hundió como una piedra y fruncí el ceño.
—¿Qué es? —preguntó Soren, asomándose por encima de mi hombro.
—Una pluma, un libro y un pedazo de pergamino enrollado —enumeré los objetos.
¿Qué se suponía que hiciera con todo eso?
El libro no tenía título ni nada. Parecía solo un viejo diario encuadernado en cuero. El pergamino enrollado estaba atado con un cordel negro.
Incliné la caja hacia Soren para que pudiera ver mejor.
Sus cejas subieron hasta su línea de cabello.
—Esa es la Pluma de Justicia —dijo, señalando la pluma.