*Jared*
Pude oler al Can Cerbero antes de verlo. Cada pelo de mi cuerpo se erizó mientras retrocedía con Eliza hacia el bosque. Su cuerpo temblaba contra mi pecho. Ella me había escuchado por una vez, lo cual era un cambio agradable, pero aún así la había sacado del sueño con poca explicación de qué demonios estaba pasando. Aun así, no emitió ni un sonido mientras nos movíamos más profundo entre los árboles, poniendo distancia entre nosotros y cada uno de los suministros destinados a sobrevivir nuestro viaje de tres días.
Habíamos recorrido casi treinta millas en un solo día a pie. Sonaba como una gran hazaña, y en circunstancias normales, lo habría sido. Pero el conocimiento de que una bruja extraviada y su familiar sediento de sangre habían estado tan cerca de mi aldea me sacudió hasta la médula.