Deslizándome fuera de mi cama antes de que la primera luz del amanecer atraviese la montaña, bajo las escaleras para escapar de la mansión antes de que mi madre despierte. Anoche, después de llegar a casa, me dio una buena reprimenda. Su interminable arenga sobre cómo fui irrespetuosa y cómo me ha criado mejor entró por un oído y salió por el otro. La amo con locura, más de lo que nadie sabrá jamás, pero nunca se ha tomado el tiempo de realmente llegar a conocerme.
El verdadero yo, claro.
Mi vida entera ha estado llena de una preocupación tras otra. Los grupos de juego estaban fuera de discusión. Ni hablar de la escuela, al menos hasta que llegó Elenon. Él fue capaz de microgestionar a Orym y a mí en su mayoría. Pero aun así no ayudó el hecho de que siempre me trataran diferente.
Y luego, por supuesto, estaba Atlas.
El momento en que entró en escena, todo pareció iluminarse. Por un tiempo, al menos. No tardé en darme cuenta de que las cosas no eran realmente lo que parecían.