—Yo... resbalé al entrar —Alex levantó la cabeza y apartó sus flequillos mojados y oscuros que se le adherían a la cara, obstruyendo su vista—. Gracias —observó la apariencia de Diego, a quien sólo había visto en los medios, junto a sus otros dos hermanos y hermana, sólo para encogerse de sorpresa.
—Tú.
—¿Qué? —Diego preguntó y giró la cabeza para mirarlo. Sin embargo, en el instante en que sus miradas se cruzaron, aquella llama ardía en sus iris, sus almas vibrando. Fue instintivo, pero había tocado al hombre omegan más pequeño, y en el segundo en que esa chispa le recorrió todo el cuerpo como electricidad, se sobresaltó retirándose de él, sus ojos se agrandaban aterradores.
Alex estaba igualmente perdido, tanto que había quedado con la boca abierta sin poder articular palabra.