El hombre, aunque sabía que ella estaba justo a su lado, no la miraba.
—¿Estás enojado conmigo? —asintió con la cabeza.
—Oh. Porque no quiero decírtelo.
—Así es.
Stella exhaló suavemente y se acercó un paso más a él —¿Qué quemaste?
—La tarjeta de un empleado que me miró de la manera en que tú esperabas.
—¿Despediste... a él? —ella parecía sorprendida—. ¿Por mí?
Valeric la miró —Eres mi esposa.
—Yo... pero él es... No deberías haber hecho eso.
—¿Por qué no? —preguntó él—. ¿Porque eres un omega recesivo y no crees que vales que haga eso?
Stella no pudo responder, consciente de que él había dado en el clavo con —Valeric.
—No me importa si eres un omega recesivo o un omega puro. Eres mi esposa y eso es todo —sus manos se cerraron en puños, sin querer mirarla—. Solo debería importarte lo que yo pienso y no lo que ellos piensan. Lo dije, no importa porque no me importa que seas un omega recesivo.