VALERIC no estaba seguro de qué había en su frase que la hizo comenzar a llorar aún más, pero eso había incrementado su preocupación. —Esposa, sabes que está lloviendo fuerte afuera. ¿Quieres estar ahí sola? Abre la puerta para mí, déjame quedarme contigo. Por favor... Haré lo que sea por haberte lastimado
El chirrido del pestillo de la puerta sonó, y él se puso de pie en un solo segundo. Entró apresuradamente, cerró la puerta y miró al suelo para ver a Stella sentada con las piernas recogidas hacia su pecho y su rostro enterrado en sus rodillas.
Ella estaba llorando, y él podía decirlo, no solo por sus sollozos sino por los ocasionales temblores en sus hombros. Rápidamente se movió delante de ella y se agachó a su nivel.
—¿Stella? —Él tomó sus brazos y los levantó para poder ver su rostro lloroso. Y ella encontró sus ojos—. ¿Ya no quieres estar casada conmigo?
—¿Qué? —El hombre estaba a la vez sorprendido y confundido por su pregunta—. ¿Por qué ella podría pensar y asumir eso?