VALERIC no pudo evitar la sonrisa que le tembló en los labios cuando sintió sus dedos hundirse en sus sedosas hebras negras y tirar de su cabeza para acercarla, de modo que su frente descansara en su hombro.
¿Era esto un abrazo? No estaba seguro, pero sintió cómo ella acariciaba su nuca antes de enredar sus dedos en su cabello y comenzar a cepillarlo de un lado a otro.
Stella suspiró contenta y cerró los ojos como para absorber el alivio y la paz. No estaba segura de qué era, pero había algo en tocar su cabello que le brindaba paz. Ella había sentido eso desde el primer día, aquel segundo en que los vio en la casa de su padre.
No era solo perfecto, sino que era tan suave al tacto y siempre mantenía ese agradable olor a su champú, que había pensado en usar a veces si a él no le importaba.