¿Se arrepentiría?

—Márcame, sé que quieres hacerlo. Muéstrame a quién perteneces, esposa. —dijo Valeric.

No había manera en el universo. No, ella no podía controlarse, incluso si quería, porque sí, quería marcarlo, rogarle a su cuerpo que también tuviera su olor. El pensamiento de que él oliera un poco a ella, la impulsó al límite y ella se impulsó sin pensar, atrayéndolo hacia sí y clavando sus caninos en su cuello.

Mientras lo marcaba, un gruñido, tan profundo como nunca antes había escuchado, sonó desde él y estaba claro que estaba muy cerca. Porque con él, ella también se sentía muy cerca de nuevo, sin poder contar cuántas veces la había llevado al clímax.

—Mierda —gruñó él en una respiración mientras su empuje se volvía peligrosamente animalístico, más brusco y más rápido hasta que casi no podía seguirle el ritmo.

Él se estremeció sobre ella y la llamó princesa, esta esposa, hermosa, lo que ella podría entender antes de desmoronarse dentro de ella.