—Nada —Stella se encogió de hombros y le acarició la mejilla, mirando su cuello en busca de algún signo del corte que él se había hecho—. ¿Estás realmente bien? ¿De verdad sanaste de la herida?
—Sí —Valeric asintió—. Creo que estaría muerto ahora, si no lo hubiera hecho.
Ella asintió. —Verdad —y se dirigió al mostrador, la boca se le hacía agua al ver lo que él estaba cocinando—. Son para mí, ¿verdad? —Él asintió en respuesta—. Lo son.
—¿Alguna vez has cocinado para otra mujer antes?
—¿Qué?
—¿Alguna vez has cocinado para otra mujer antes, Valeric? —Se volvió hacia él con los ojos entrecerrados como si lo mataría si admitiera que lo había hecho.
El hombre sostuvo una expresión pensativa por un segundo antes de encogerse de hombros. —No.
—¿En serio? ¿O me estás mintiendo?
—¿Mm? Pero no lo he hecho.
—¿Por qué no?
—No estoy seguro de por qué lo haría —parecía confundido y sin idea—. ¿Tenía que hacerlo? ¿Debería haberlo hecho?