Nuevas Responsabilidades

—¿Cómo está Don? —preguntó Leonardo en el mismo momento en que Esme bajaba las escaleras. La habitación estaba llena, con todas las miradas expectantes dirigidas hacia ella, una aprensión compartida reflejada en sus expresiones.

—Está bien ahora —aseguró Esme a todos, su voz firme, permitiendo que un suspiro colectivo de alivio recorriera la multitud. Pero en medio de la tensión aliviada, el ceño de Revana se frunció ligeramente mientras reflexionaba sobre el predicamento de Donovan.

—¿Explicó lo que le sucedió? ¿Por qué no despertaba cuando lo encontramos? —preguntó, flexionando su muñeca, pero Esme negó lentamente con la cabeza—. ¿No lo hizo? Mis manos aún están adoloridas de tanto abofetearlo una y otra vez. Es una maravilla que solo yo pueda salirme con la mía golpeando al Alfa.