Esme sintió la tensión en su hombro desaparecer, y el espacio entre ellos pareció evaporarse cuando él añadió —Nos iremos a la cama cuando estés lista.
—¿Y si no estoy lista? —preguntó ella.
—Entonces haces demasiadas preguntas —susurró él. Sus ojos se desplazaron hacia el espejo, encontrando su mirada con una precisión sorprendente. Había un extraño brillo en esos ojos, y brillaba, recordándole un resplandor etéreo como constelaciones bailando en un cielo desconocido.
El corazón de Esme se detuvo, atrapado entre un miedo desconocido y la atracción inexplicable hacia él. —Si sigues mirándome así, podría realmente caer en cualquier hechizo que esos ojos estén tejiendo —dijo ella, su voz teñida con algo que nunca se había atrevido a nombrar antes.