La mañana siguiente, Gianna y Arwen estaban terminando su desayuno. Mientras Arwen comía en silencio, la mirada de Gianna estaba sobre ella como si la leyera cuidadosamente. Después de estudiarla por un momento, Gianna no pudo contenerse de preguntar. Dejando la cuchara, el cuchillo y el tenedor que sostenía en su mano en el plato, habló:
—Bueno, ¿realmente no me vas a decir qué está pasando en tu cabeza ahora, Wenna?
Como Arwen estaba demasiado perdida en sus pensamientos, no pudo captar bien lo que le había preguntado. Solo oyó que la llamaba por su nombre y levantó la vista para mirarla.
—¿Eh? ¿Qué dijiste?
Cuando Gianna la vio tan confundida, rodó los ojos y dramáticamente golpeó la mano sobre la mesa.
—Sra. Winslow, no olvides que soy tu amiga... Mejor amiga. Y conmigo cerca, no se te permite guardar pensamientos para ti misma. Compártelo conmigo ahora. Hablemos.