Rosalía miró la abundancia de los distintos platos alineados frente a ella en la larga mesa de madera y no pudo evitar sentir su estómago contraerse en un familiar pinchazo de hambre. La vista era imposible de resistir.
La larga y ornamental mesa de comedor estaba adornada con un banquete suntuoso acorde a la generosidad del anfitrión. Jugosos asados de venado y tierno jabalí se servían, adornados con fragantes hierbas y acompañados de ricos y sabrosos jugos.
Bandejas de trucha y salmón recién capturados, delicadamente sazonados y asados a la perfección, añadían un toque de deleite oceánico occidental.
Una variedad de coloridas ensaladas, rebosantes de verdes crujientes, vegetales de temporada y rociadas con aderezos caseros, ofrecían un refrescante contraste. Una variedad de pan, todavía calientes del horno, complementaban perfectamente las carnes y ensaladas.