—¿Altair?
La voz de Rosalía resonó, haciendo eco en el aire mientras el nombre de su amigo se deslizaba de sus labios. Su corazón se aceleró, un sobresalto inesperado la recorrió cuando la repentina aparición de él justo detrás de ella hizo que sus sentidos se tambalearan.
—Buenas tardes, Señora Rosalía. Hace tiempo que no nos vemos, ¿no es así? ¿Cómo has estado? —Altair mostró su acostumbrada sonrisa cálida y acogedora, pero hoy, había un cansancio acechando en sus profundos y pálidos ojos. Se destacaban marcados contra las oscuras ojeras que los rodeaban, insinuando incontables noches en vela que habían pesado sobre él.
—Estoy bien, supongo, nada extraordinario. Pero ¿y tú, Altair? Pareces bastante fatigado y enfermo. ¿Está todo bien? —El hombre saludó la genuina preocupación de la Señora Ashter con otra cálida sonrisa y gentilmente negó con la cabeza. Su cabello blanco fluía atrapando la luz del sol de la tarde, dándole un resplandor etéreo.