El asombro de Rosalía fue, con toda honestidad, bastante directo. El libro que Angélica había colocado ante ella no era nada menos que inesperado: un tomo que profundizaba en las complejidades de la educación sexual.
—¿El Libro Sagrado de la Satisfacción? —leyó la Señora Ashter, arqueando sus delgadas cejas, su desconcierto solo se profundizaba y desvió sus redondeados ojos hacia la princesa que, por otro lado, estaba a punto de estallar en risas.
—¡Adelante, ábrelo! ¡Las ilustraciones que contiene son extraordinarias!