—Su Gracia, le imploro, permítame la oportunidad de explicar las circunstancias! —Sin embargo, Damián no albergaba inclinación alguna por una explicación.
Con rápida determinación, agarró al hombre por el collar humedecido de su impecable camisa blanca, arrancándolo del agarre de Félix. Allí, en los recovecos sombreados de la cámara, sus ojos se encontraron en un ferviente enfrentamiento. El rostro de Damián se contorsionó, consumido por una inquietante semejanza de locura, suscitando una inmediata palidez en el Señor Kaylen, cuyo miedo estaba claramente grabado en su rostro blanco.