La desesperación se abalanzó sobre Rosalía mientras corría por el pasillo débilmente iluminado. Sus pies descalzos golpeaban el suelo frío, enviando agudos choques de sensación por sus tobillos. Continuaba la carrera, navegando por las enredadas vueltas y revueltas del interminable pasillo, pero una ruta de escape seguía siendo esquiva. Era como si hubiera tropezado en un surrealista laberinto diseñado para atrapar a su presa indefinidamente.
Finalmente, el agotamiento comenzó a roer su cuerpo, y sus pulmones luchaban por cada respiración trabajosa.
—No puedo sostener este ritmo por mucho tiempo. Si Rosalía recobra la consciencia, seré forzada a regresar a mi propio cuerpo, y eso no puede suceder todavía. Primero, debo encontrar la manera de liberarla de este lugar—. La duquesa lanzó una mirada cautelosa a su alrededor, su atención capturada por un inusual sonido crepitante que se acercaba desde atrás.