Mientras el suave abrazo de un breve sueño se desvanecía gradualmente, Rosalía se movió y abrió los ojos, encontrándose con la cercanía del pecho de Damián, que se cernía a solo pulgadas de su mirada. Su sorpresa inicial le hizo abrir los ojos momentáneamente; el amanecer era un momento inusual para tal proximidad. Sin embargo, una sorprendente sensación de tranquilidad pronto la envolvió, instándola a volver a un estado de relajación. Se rindió una vez más al abrazo reconfortante de despertar acurrucada en el calor de los brazos de otro.
Desvió la mirada hacia arriba, esperando robar una mirada del rostro dormido de Damián, pero para su ligera decepción, él ya estaba completamente despierto. Sus ojos dorados y relucientes estaban fijos intensamente en su esposa, una sonrisa sutil pero afectuosa adornaba gentilmente sus sensuales labios.