Meditación

Angélica extendió delicadamente la falda fina de su elegante vestido rosa claro y se acomodó graciosamente sobre la suave hierba, uniéndose a Roksolana. Roksolana, adornada con sus meticulosamente confeccionados pantalones de seda negra, tenía las piernas cruzadas, con sus palmas reposando serenamente sobre sus rodillas.

Desde el momento de su primera cena juntas, la princesa extranjera había mostrado un inesperado cariño por Angélica. Inicialmente, la princesa de Rische encontró esta inclinación algo peculiar. Sin embargo, a medida que los granos de tiempo se deslizaban, ella también comenzó a sentir una inexplicable afinidad que la atraía hacia Roksolana. Era como si un vínculo intangible se hubiera tejido entre ellas, una conexión innegable que continuaba profundizándose con cada día que pasaba.

Y en este vigorizante día de primavera, Angélica finalmente accedió a recibir una lección de meditación de la princesa izaariana.