Te amo

Las sinceras palabras de Damián tenían la insólita habilidad de provocar en el rostro de Rosalía una sonrisa torpe pero genuina. Sus mejillas respondían tomando un sutil rubor, parecido a un delicado trazo de pincel rosa. La peculiar sensación perduraba, pues seguía siendo algo inusual ser testigo de cómo el Duque se dedicaba a una conversación tan desenfadada y descubría abiertamente sus emociones. Sin embargo, en medio de la rareza, florecía una corriente subyacente de excitación y, tal vez, una sensación de ser valorada de una manera única.

Pero antes de que pudiera reaccionar a sus palabras, Damián le apartó suavemente el cabello del cuello y depositó unos ligeros besos en él, haciendo cosquillas a la piel sensible de la chica con su caliente aliento. Lentamente, la gran mano del hombre se deslizaba bajo el cuello de la camisa blanca de Rosalía, moviéndola hacia abajo para dejar al descubierto su hombro derecho.