Altair se arrodilló ante la inconsciente Rosalía, envolviéndola tiernamente en su abrazo protector, atrayéndola hacia su pecho. Con una delicada urgencia, pasó su mano desnuda por la frente sudorosa de ella, borrando con delicadeza las gotas de sudor que brillaban. Su mirada inquisitiva recorrió la forma de ella, cada centímetro, mientras intentaba descifrar la causa de su angustia.
Luego, cuando sus ojos platinados se posaron en su estómago, una quietud abrupta se apoderó de su ser. Su corazón aceleró su ritmo dentro de su pecho, resonando con la frenética cadencia de un caballo galopante mientras finalmente susurraba,
—Ella... Ella está embarazada.