—Prometo cuidarme mejor —dijo suavemente—. Y dejaré que tú y los demás me ayudéis.
Cuervo sonrió, no es que ella pudiera ocultarle algo... él estaba feliz, el alivio bañaba sus facciones. —Eso es todo lo que pido.
Permanecieron sentados juntos en silencio cómodamente durante unos momentos, simplemente disfrutando la presencia del otro. Por primera vez en días, Serafina sintió una sensación de paz y satisfacción.
Incluso mientras estaban sentados allí, ella podía sentir cómo el vínculo entre ellos se fortalecía, y era un sentimiento que atesoraba profundamente. El simple acto de estar juntos, compartiendo mutua compañía, traía una sensación de normalidad y esperanza que no había sentido en mucho tiempo...
Cuervo de repente frunció el ceño cuando notó que sus mejillas se habían hundido a pesar de su risa silenciosa.
—¿Has comido? —preguntó él, la preocupación evidente en su voz.
—Sí, ya comí —respondió Serafina.