Justo después de que Cuervo alzara la voz, de repente dejó de hablar mientras sus hombros se encogían ligeramente. Sus dedos impacientes seguían tamborileando sobre la mesa, como un acto reflejo de respirar.
—Estoy perfectamente sano —declaró.
Era una historia completamente diferente, pero Serafina aún asintió rápidamente. Cuervo miró dentro de sus ojos bien abiertos por primera vez en mucho tiempo, sintiendo algo peculiar.
—Escuché que tenías mucho trabajo que hacer, pero has vuelto temprano —comentó Serafina.
—Es solo un rumor exagerado. En realidad, no hay mucho trabajo que hacer —respondió Cuervo.
Si Terrance hubiera escuchado esto, definitivamente estaría molesto y desconsolado. Ya tenía previsto trabajar hasta tarde esa noche en nombre del Duque.
—Te sorprendiste mucho cuando colapsé de repente antes. De ahora en adelante, estaré definitivamente sana. No tienes que preocuparte más —le aseguró Serafina.
—No tiene que estar realmente sana —soltó Cuervo de golpe.