Gira...

—…Si intento hacerlo todos los días, por supuesto, cambiaría.

—Tienes que decir estas cosas correctamente. ¿No te tomas un descanso cada tres días?

—Eso es, eh... —vaciló, sus mejillas teñidas de vergüenza. La habitación se sentía más cálida, el aire entre ellos cargado de una anticipación no dicha.

La intensa mirada de Cuervo nunca vaciló, y ella podía sentir cómo su resolución se debilitaba bajo su escrutinio.

Cuervo levantó la cabeza y se inclinó para lamer el cuello de Serafina, su lengua trazando un camino lento y deliberado. Ella tembló ligeramente, su agarre se apretó en su hombro mientras un suave suspiro escapaba de sus labios.

Su mano, que había estado siguiendo su escote, bajó el resto del cordón lentamente, sus dedos acariciando su piel con un toque insinuante. El fino tejido de su ropa finalmente se deslizó hacia abajo, formando un delicado charco a sus pies.