Ya no es una dama ingenua

Ella lo sabía, pero a Serafina aún le pesaba recibir regalos tan de repente. La riqueza del ducado era suya por derecho, pero la repentina afluencia de artículos lujosos la hacía sentir en deuda.

Echó un vistazo por la habitación, sus ojos se detuvieron en los otros regalos que había recibido: una bufanda de seda colgada sobre una silla, un libro bellamente encuadernado en la mesa, un delicado jarrón lleno de flores frescas.

—Pero aún así quiero hacer algo por ti, tanto como tú por mí. Bueno, tal vez la próxima vez podría bordar tu pañuelo. O quizás, debería aprender a hacer unas galletas nuevas —divagó, su mente llena de ideas. Pensar en hacer algo especial por él la llenó de determinación.

Ella también quería hacer algo por Cuervo.

Cuervo la observaba atentamente, sus ojos nunca dejaban su rostro. Le encantaba cómo siempre quería devolver el favor, incluso cuando no era necesario.