Atrapado con una bestia.

Punto de vista de Luna

—Vamos, come tu comida —dijo Joel por enésima vez.

—No tengo hambre, ¿vale? Déjame en paz.

Joel era uno de los hombres de Marcelo, asignado para vigilarme en todo momento.

—¿Dónde está tu jefe? Tráelo aquí. Quiero hablar con él, por favor —lo supliqué.

—¿Para qué? ¿Quieres follártelo? —se burló, colocando sus piernas sobre la mesa frente a él.

Sentí mi estómago revolverse con disgusto. —¿Qué piensas que soy? Estoy cansada de estar aquí. Ustedes ya se han dado cuenta de que no soy Sol. ¿Para qué me necesitan?

—Eh, yo no soy Don Marcelo, así que no sé, ¿vale? —se encogió de hombros, sacando un cigarrillo de su bolsillo.

Suspiré, mirando la bandeja de comida sobre la cama. La comida no se veía mal, pero hoy simplemente sentía ganas de morirme de hambre. No tenía ánimo para nada. Solo quería ver a Dominick.

—De verdad deberías comer —dijo Joel, encendiendo su cigarrillo—. A Marcelo no le hará gracia si te pones enferma.