El peso de las sombras

El peso de las sombras

POV: Luna

El humo del incienso danzaba en espirales plateadas bajo el techo de la carpa, dibujando runas efímeras que solo yo podía leer. Las velas parpadeaban, inquietas, como si supieran lo que estaba por venir. Ignis yacía en el suelo, sudando frío, sus puños cerrados alrededor de los bordes de la manta como anclas contra las mareas de su propia mente. El elixir que le había dado —una mezcla de raíz de dragón negro y lágrimas de sirena— surtía efecto. Sus párpados temblaban, atrapados entre el sueño y la vigilia, mientras el grimorio en su mochila emitía un zumbido bajo, como el ronroneo de un gato hambriento.

"No deberías hacer esto", susurró Arkhan desde la entrada, su voz un susurro entre las sombras.

—Cállate —respondí sin mirarlo, trazando una runa de contención en el aire con el dedo índice. La marca brilló con un fulgor azulado antes de hundirse en el pecho de Ignis. —Él necesita ver.

—¿O tú necesitas que vea? —replicó Arkhan, pero ya me había vuelto de espaldas. No tenía tiempo para sus dudas.

El cuerpo de Ignis se arqueó de repente, como si un hilo invisible lo hubiera jalado desde el estómago. Un gemido escapó de sus labios, seguido de un nombre: "Nox".

Flashback: Luna, años atrás

La hoguera crepitaba bajo un cielo estrellado, y el olor a carne quemada se mezclaba con el canto de los cuervos. Mi hermana menor, Selene, gritaba mientras las llamas lamían sus pies descalzos. "¡Bruja!", rugía la multitud. "¡Maldita sea!". Yo intenté correr hacia ella, pero las manos de los aldeanos me sujetaron como grilletes. Selene me miró, sus ojos verdes brillando con lágrimas y algo más... un destello de aceptación. "Rompe el ciclo", susurró, justo antes de que el fuego la envolviera. Su risa, agónica pero triunfal, aún resuena en mis pesadillas.

Volví al presente con un jadeo. Ignis ahora estaba sentado, sus ojos inyectados en sangre clavados en mí como dagas.

—¿Qué demonios me hiciste ver? —gruñó, frotándose las sienes con dedos temblorosos.

—No yo, Ignis —dije, sirviéndole una infusión de menta salvaje en una taza de barro—. El grimorio solo muestra lo que ya está tallado en tu alma.

Él rechazó la taza con un gesto brusco. —No necesito tus brebajes. Necesito respuestas.

—Las respuestas duelen —respondí, bebiendo yo misma la infusión—. Y tú, Ignis Vitae, tienes miedo de pagar el precio.

Antes de que pudiera replicar, el aire se heló. Las velas se apagaron de golpe, sumiendo la carpa en una oscuridad opresiva. El grimorio vibró con violencia, golpeando el suelo como un corazón enloquecido.

—¡Luna! —La voz de Arkhan tronó desde fuera, seguida de alaridos y el estruendo de carromatos volcándose. —¡Es la Sombra del Vacío!

Salí de la carpa con la túnica ondeando como una bandera de guerra. El campamento era un caos: los gitanos corrían entre las llamas de las antorchas caídas, mientras criaturas hechas de oscuridad pura —miembros alargados, ojos como agujeros negros— se deslizaban entre los árboles. Aria estaba en el centro del claro, su luz divina desgarrando las sombras con ráfagas de energía dorada. Pero incluso ella retrocedía ante la criatura principal: un ser que parecía tejido con la noche misma, su cuerpo una constelación de estrellas muertas centelleando en un abismo.

—¡Ignis, el libro! —grité, pero él ya lo sostenía en sus manos, sus dedos blancos por la fuerza con que lo agarraba.

La criatura giró hacia nosotros. Un susurro salió de sus fauces, un sonido que hizo sangrar mis oídos: "Laaaa-place..."

—¡No! —Ignis retrocedió, pero la Sombra era más rápida. Un tentáculo se enroscó alrededor de su tobillo, arrastrándolo hacia su núcleo brillante.

Actué por instinto. Mis dedos dibujaron la runa Vakthar —el símbolo de cadenas rotas— en el aire, y una explosión de energía azulada golpeó a la criatura. Por un segundo, vi su verdadera forma: no era una entidad, sino un eco, un reflejo distorsionado de algo mucho más antiguo que acechaba más allá del velo.

—¡Aria, el ojo! —ordené, señalando el núcleo estelar de la bestia.

La santa saltó, su espada de luz atravesando el centro cósmico de la criatura. Un estruendo sacudió la tierra, y la Sombra se desintegró en un remolino de ceniza y gemidos.

El silencio que siguió fue más aterrador que la batalla. Ignis se incorporó, tembloroso, el grimorio ahora pegado a su pecho como un niño aterrado.

—¿Qué era eso? —preguntó Aria, limpiando sangre de su rostro con un paño rasgado.

—Un mensajero —respondí, recogiendo los restos de una vela rota. La cera caliente me quemó los dedos, pero el dolor me ayudó a enfocarme—. El Vacío sabe que tenemos el grimorio.

Arkhan se acercó cojeando, su turbando manchado de hollín. —Deben irse. Ahora.

Ignis asintió, pero cuando intentó dar un paso, el grimorio se agitó. De sus páginas surgió un holograma neblinoso: un barco antiguo, sus velas hechas de sombras, navegando en un mar de huesos.

—El Arca de Noé —murmuró Ignis, y en sus ojos vi la misma obsesión que había consumido a mi hermana.

—Es una trampa —dije, colocándome frente a él—. Vorax te usará para abrirla, y cuando lo hagas...

—¿Qué? ¿Liberaré a los demonios? ¿Destruiré el mundo? —Ignis rió, un sonido amargo y roto—. Ya no me importa, Luna. Nox está ahí.

Antes de que pudiera detenerlo, Ignis arrancó una página del grimorio. Los símbolos sangraron tinta negra, formando un mapa en el aire: senderos retorciéndose como serpientes hacia una ciudad en el horizonte, donde las luces de neón parpadeaban como ojos enfermos.

—Vorax —susurró Aria, su mano reluciendo con una luz amenazadora.

—No lo detengas —dije, aunque cada palabra me quemaba como traición—. Es su elección.

Ignis partió sin mirar atrás, Aria siguiéndolo como un fantasma de luz en la oscuridad creciente. Cuando estuvieron lejos, me derrumbé contra un carromato, las runas en mis brazos palpitando con un dolor sordo.

************

En la intimidad de mi carpa, abrí un cofre oculto bajo las alfombras. Dentro, un espejo de obsidiana reflejaba no mi rostro, sino el de Selene. Su pelo rojo como brasas, sus ojos verdes llenos de compasión.

—Lo siento, hermana —murmuré, tocando la superficie fría—. Pero si Ignis abre el Arca, tal vez... tal vez puedas escapar.

El espejo emitió un destello. Por un instante, juré ver a Selene sonreír.