Desde que los poderosos expertos de rango Deynthar se posicionaron en la cima del mundo, se dieron cuenta de que el poder que los rodeaba giraba en torno a los elementos, con el fuego siendo el más escaso y al mismo tiempo el más codiciado.
Durante miles de años, los cultivadores han intentado comprender el funcionamiento del Arcam, estudiando la manera en que el mundo respondía a su crecimiento. Sin embargo, el verdadero punto de inflexión llegó cuando los primeros [Falsos Reyes] aparecieron. Fue en ese momento que aquellos apodados dioses descubrieron un patrón: los elementos no se manifestaban de inmediato en el cuerpo de los cultivadores, sino hasta que alcanzaban este umbral de poder.
A partir del rango de Falso Rey, el Arcam dentro de un cultivador se refinaba lo suficiente como para armonizar con los elementos naturales. Algunos despertaban el poder del agua, otros del viento, tierra y en raras ocasiones, se manifestaban la luz, hielo, oscuridad o el rayo. Sin embargo, el fuego casi nunca aparecía.
Los primeros grandes estudiosos de la cultivación intentaron descubrir por qué. Durante siglos, se realizaron incontables pruebas, observaciones y registros. Finalmente, las respuestas comenzaron a emerger:
1. El fuego es el único elemento que no busca el equilibrio, sino la expansión.
A diferencia del agua, que fluye, o la tierra, que permanece firme, el fuego es una fuerza de destrucción y renovación. No puede ser contenido sin un control absoluto.
2. El cuerpo humano es una vasija inestable para el fuego.
Se descubrió que la mayoría de los cuerpos rechazaban el fuego al intentar fusionarse con él. Solo aquellos con un alma excepcionalmente fuerte podían resistir la naturaleza abrasadora del elemento.
3. El fuego requiere voluntad inquebrantable.
Mientras que otros elementos podían manifestarse de manera pasiva, el fuego exigía una mente firme y una determinación absoluta. Sin un espíritu resistente, el fuego consumía al cultivador en lugar de fortalecerlo.
Con el tiempo, quedó claro que el fuego era el elemento más difícil de despertar y controlar, razón por la cual los expertos en este campo eran contados con los dedos de una mano en cada generación. Aquellos que lograban dominar el fuego eran temidos y respetados, pues se decía que el mismo mundo los rechazaba, pero ellos lo obligaban a someterse a su voluntad.
Sin embargo.
Con el surgimiento del primer alquimista, la perspectiva sobre el fuego cambió para siempre. Mientras los cultivadores luchaban por controlar una pequeña fracción de su poder, aquel hombre manipulaba las llamas con una precisión que desafiaba la comprensión de la época. Su fuego no solo destruía, sino que también purificaba, refinaba y transformaba.
Fue él quien descubrió la verdadera esencia del fuego: no solo era un arma de destrucción, sino también una fuerza creadora. Gracias a su habilidad sin precedentes, forjó las primeras medicinas en forma de jarabes y píldoras, utilizando su llama blanca para eliminar impurezas y potenciar los efectos de las hierbas espirituales. Con este descubrimiento, la alquimia nació.
Al principio, muchos lo consideraron un fenómeno único, un genio inalcanzable cuya conexión con el fuego jamás podría replicarse. Sin embargo, no tardó en transmitir su conocimiento a un pequeño grupo de discípulos, aquellos que poseían el potencial de dominar el fuego. Estos aprendices no solo heredaron su control sobre las llamas, sino que también refinaron y expandieron sus enseñanzas, convirtiéndose en los primeros Maestros Alquimistas del mundo.
Con el tiempo, este linaje de alquimistas se esparció por el continente, estableciendo las bases de lo que más tarde se conocería como el [Terreno Santo de la Alquimia]. Se convirtieron en figuras reverenciadas y temidas, pues mientras los cultivadores ordinarios apenas podían rozar el poder del fuego, los alquimistas lo dominaban con una naturalidad imposible.
A medida que el conocimiento sobre la alquimia se expandió, las personas comenzaron a comprender una verdad innegable: la única manera de controlar el fuego verdaderamente era convirtiéndose en alquimista.
Los cultivadores ordinarios apenas podían utilizar llamas débiles y efímeras, pues su Arcam no era lo suficientemente refinado como para sostener el fuego sin consumir su propio cuerpo. Por el contrario, los alquimistas, al entrenar no solo su Arcam, sino también su poder del alma, lograban moldear el fuego con una precisión inigualable.
Durante siglos, la alquimia floreció. Los grandes alquimistas se convirtieron en figuras de renombre, respetadas por emperadores y temidas por sectas guerreras. Sin embargo, su arrogancia creció con el tiempo. Creyéndose superiores, algunos alquimistas comenzaron a desafiar los límites de la creación, buscando la llama perfecta, aquella que pudiera quemar cualquier impureza sin consumir nada a cambio. Querían desafiar las leyes del mundo mismo.
Fue entonces cuando la diosa creadora del mundo intervino. Se dice que, en su infinita sabiduría, decidió poner a prueba a los alquimistas. Si realmente deseaban controlar el fuego sin límites, tendrían que demostrar que eran dignos de semejante poder.
Así nacieron las [Llamas Eternas]
No eran simples fuegos ordinarios, sino llamas imbuidas con la esencia misma del mundo, nacidas de los principios primordiales del universo. Cada una poseía una naturaleza única, con poderes que desafiaban la lógica misma de la alquimia. Algunas ardían con temperaturas imposibles, otras podían devorar la luz, e incluso existían aquellas que descomponían la esencia vital de cualquier ser vivo con solo tocarlo.
Las Llamas Eternas se dispersaron por el mundo, ocultas en lugares peligrosos e inalcanzables. Montañas sagradas, ruinas olvidadas, reinos de fuego y abismos donde ni siquiera los más poderosos cultivadores osaban aventurarse. Solo aquellos dispuestos a arriesgar su vida y demostrar su dominio sobre el fuego podrían reclamarlas.
Así, la era de los grandes alquimistas cambió y sus humos de grandeza cesaron.
Pero incluso con eso, cuando el primer Deynthar alquimista apareció.
Fue ignorado, se le respetaba por su grandeza de poder pero en cuanto al sistema de la alquimia, alquimista de más bajo poder se le equiparaban.
En un acto de envidia forzó su poder a ascender, alcanzado así un nuevo rango de poder dentro de la alquimia, ya no era igual a los demás alquimista. Siendo superior estableció un sistema de poder. Guiado por el poder de alma.
El sistema que aquel Deynthar alquimista instauró se convirtió en la base de la alquimia moderna. Comprendió que, aunque todos los alquimistas eran capaces de controlar el fuego, su verdadero poder no radicaba únicamente en la calidad de sus llamas, sino en la fuerza de su alma.
Así nació el sistema de niveles de la alquimia, separando a los alquimistas según la potencia de su alma y la pureza de sus llamas. Desde el nivel 1 hasta el nivel 6, cada rango representaba una brecha de poder insalvable, donde solo los más talentosos podían ascender.
Los niveles establecidos fueron los siguientes:
Nivel 1 - Iniciados: Aquellos que apenas podían controlar el fuego, capaces de refinar medicinas básicas.
Nivel 2 - Refinadores: Alquimistas con una mejor comprensión del fuego, capaces de eliminar impurezas con cierta eficacia.
Nivel 3 - Maestros Alquimistas: Individuos cuyo control sobre las llamas les permitía fabricar elixires avanzados y mejorar la calidad de las hierbas espirituales.
Nivel 4 - Grandes Maestros: Poseedores de un alma fuerte y estable, capaces de crear píldoras raras con efectos prolongados y de fusionar diferentes materiales sin dañarlos.
Nivel 5 - Santos Alquimistas: Un grupo selecto que podía manipular el fuego con tal precisión que su refinamiento alcanzaba la perfección. Se decía que sus píldoras podían aumentar la longevidad y alterar la estructura interna del cuerpo.
Nivel 6 - Reyes Alquimistas: En aquel tiempo, solo unos pocos alcanzaron este nivel. Eran figuras legendarias que podían refinar píldoras con efectos casi milagrosos. Sus llamas poseían una pureza que desafiaba las leyes de la alquimia, y algunos incluso fueron capaces de someter pequeñas fracciones de restos de llamas Eternas.
Este sistema consolidó el estatus de la alquimia dentro del mundo. Los alquimistas ya no eran simples estudiosos del fuego, sino individuos con un poder que rivalizaba con los grandes cultivadores. Las sectas y clanes más poderosos buscaron desesperadamente ganarse el favor de los alquimistas, pues un solo elixir podía cambiar el destino de un linaje.
Sin embargo, con el tiempo, nuevos límites comenzaron a vislumbrarse.
A pesar de su supremacía dentro del mundo de la alquimia, aquel Deynthar que estableció el sistema sintió una frustración creciente. Aunque había superado a los demás alquimistas y elevado su propio camino, seguía sin poder compararse con los verdaderos expertos del fuego dentro de la cultivación. Los Reyes del Fuego y los Emperadores del Arcam aún lo superaban en términos de poder destructivo.
Esto lo llevó a una conclusión aterradora: el sistema de la alquimia aún no estaba completo.
Si un alquimista deseaba trascender realmente, debía romper la barrera del nivel 6 y alcanzar la nueva etapa. Pero para ello, necesitaban algo más que talento, conocimiento o una llama poderosa…
Necesitaban una Llama Eterna... O al menos los restos de una.
A partir de ese momento, se inició la mayor era de exploración y conquista dentro de la alquimia. Alquimistas de todo el mundo comenzaron a buscar estas llamas, arriesgando sus vidas en terrenos prohibidos. Se forjaron alianzas, se libraron guerras, y muchas sectas cayeron en la desesperación por obtener un fragmento de una Llama Eterna si con eso podían atraer a alquimistas
Y así, la alquimia alcanzó un nuevo umbral.
Los alquimistas que lograban someter una Llama Eterna se convertían en Soberanos de la Alquimia, seres cuya presencia por sí sola podía alterar el equilibrio del mundo. No eran simplemente refinadores de píldoras, sino entidades capaces de reescribir las reglas del fuego mismo.
El mundo, que alguna vez había subestimado a la alquimia, pronto comprendió una realidad innegable:
Un alquimista que dominaba una Llama Eterna podía mirar a los cielos y desafiar a los dioses mismos.
Pero aún así es muy díficil domar a una llama.
Aunque ya han pasado cientos de años desde el nacimiento de la alquimia. Algunas reglas olvidadas.
Los alquimistas son una profesión escasa y necesitada para algunas potencias, no importa si el alquimista es debil en cuestión de Arcam, será respetado y si la potencia a la que se unió, lo valora y lo apoya. Este alquimista puede crecer en todos sentidos.
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Inei frunció un poco el ceño, tratando de recopilar toda la información sobre la historia de la alquimia contada por la mujer frente a el.
Su expresión era duda, llena de dudas.
Dudas las cuales Scathath estaba dispuesta a responder.
—Entonces... ¿Cuantos niveles de poder de alma existen a día de hoy?—. Preguntó Inei cruzando los dedos frente a su cara.
Scathath con una sonrisa respondió:—Actualmente el rango más alto que puede alcanzar un alquimista es 9—.
—¿¡9!?—. Repitió Inei con ojos muy abiertos, se rasco la frente y miro a Scathath pensativo. "Esta vieja... Con su conocimiento no puede ser débil...¿Verdad?". Pensó analizando la figura espectral de Scathath.
Ella por su parte notando la mirada del chico sonrió orgullosa y dijo. —Pareces bastante curioso mocoso jaja, si bien no voy a revelarte mi rango de poder, puedo decirte que soy una alquimista de rango 8—.
Inei trago fuerte, su cabeza cayendo de sus manos, todo eso esto de la alquimia y saber que ahora tiene relación con una mujer así de fuerte. Es muy repentino para el