—Quien se esconde que de la cara!—
El hombre de cabello morado atado en una cola de cabello desordenado grito molesto de ser interrumpido por una flecha.
Durante los siguientes segundos no pasó nada y el hombre empezaba a molestarse más.
—Guh!
Detrás de él la voces ahogadas de sus compañeros lo distrajeron de estar pendiente, volteo rápidamente y entonces vio a sus hombres noqueados en el piso con dos hombres de vestimenta negro con rojo parado detrás de ellos.
Cubrían sus rostros con tapabocas de tela negra, el hombre Chasqueo los dientes y se preparo para atacar, pero entonces un golpe en la parte de atrás de sus piernas lo hizo quedar de rodillas.
Unas cuerdas se pasaron por sus manos y ataron sus piernas.
—¡Malditos! ¿!Acaso no saben quién soy yo!?
Grito moviéndose en el suelo como gusano.
—Y aunque lo supiéramos no nos importaría.
Del medio de los hombres que capturaron a sus secuaces, un grupo de más de personas cubiertas apareció.
—¡Tú maldito será mejor que me sueltes o-- guh!!
Una patada en el rostro por parte de uno de sus raptores hizo que se mordiera la lengua y sangrara en consecuencia.
—De ahora en adelante solo podrás hablar para responder.
Él al parecer líder del grupo, se agachó frente a el tomando la coleta de su cabello tirándola hacia arriba para que lo viera.
—Ayer a horas de la tarde tu grupo asalto una caravana y se llevaron consigo dos muchachas. ¿Donde están?
El hombre de cabello morado escupió sangre y sonrió con burla, a pesar del dolor en su lengua.
—¿Y si no te lo digo, qué harás? ¿Matarme? —rió con sorna, mostrando los dientes manchados de rojo—. Si creen que me van a hacer cantar tan fácil, están bien jodidos… ¡guh!
Una segunda patada, esta vez en el estómago, lo dejó sin aire. Se dobló sobre sí mismo, tosiendo y jadeando.
—No estamos aquí para jugar —dijo el líder con frialdad—. Responde la pregunta.
El hombre de cabello morado respiró con dificultad, su mirada reflejaba furia y humillación, pero al ver a su alrededor, comprendió la situación. Todos sus hombres estaban inconscientes o inmovilizados. No tenía salida.
—Hah… malditos… —masculló, escupiendo al suelo—. No sé qué clase de mercenarios sean ustedes, pero si piensan que pueden intimidarme, están…
Antes de que terminara la frase, una mano enguantada lo agarró por la garganta y lo levantó del suelo con facilidad. Su cuerpo se sacudió con desesperación mientras intentaba liberarse.
—Última oportunidad —advirtió el líder con voz gélida—. ¿Dónde están las muchachas?
El hombre intentó decir algo, pero su voz apenas salió como un murmullo ahogado. Su rostro se enrojeció y sus ojos se abrieron de par en par por la falta de aire.
—Tch. Qué fastidio —el líder lo soltó de golpe, dejando que se estrellara contra el suelo con un sonido seco.
El hombre jadeó, su respiración rasposa.
—Bien… bien… ya lo diré… —murmuró entrecortado, tratando de recuperar el aliento—. Están en… en una de nuestras bases…
—¿Ubicación exacta?
El hombre titubeó, pero al notar que uno de los ayudantes alzaba el pie como si fuera a pisarle el rostro, gritó de inmediato:
—¡Dentro de una cueva, cerca del Paso de las Sombras!
Los hombres encapuchados se miraron entre sí, como si evaluaran la respuesta.
El líder sonrió levemente bajo la tela negra que cubría su rostro.
—Eso era todo lo que necesitábamos.
De un golpe rápido, golpeó la nuca del hombre, dejándolo inconsciente.
Uno de los encapuchados se acercó.
—¿Qué hacemos con ellos?
El líder se giró en dirección al bosque y respondió con voz fría.
—No nos servirán más. Acaben con ellos.
Sin dudarlo, los encapuchados desenvainaron sus dagas y se dispusieron a terminar el trabajo.
---
tras unos minutos, la carreta que antes se usaba como carnada ahora era utilizada como mesa de mapa.
Inei ahora sin la capota analizaba un mapa del lugar indicado junto a uno de los hombres más experimentados del clan que lo acompañaban.
Juntos analizan las posibilidades y estrategias para poder realizar un ataque sorpresa eficiente.
Mientras charlaban la mirada de Inei se desvió hacia un lado del bosque. De donde venían saliendo los hombres que se debían encargar de la ejecución de los bandidos.
Uno de ellos se arrodilló frente a Inei: —Le pido disculpas joven maestro, no pudimos completar la tarea.
Inei frunció el ceño y bajo sus brazos.
—¿A qué te refieres?
—Justo cuando estábamos a punto de ejecutarlo, ese hombre activo una habilidad de rayo y escapó.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Inei, apretó mandíbula y grito.
—¡No hay tiempo que perder! ¡Todo el mundo, pongan marcha hacia el paso de las sombras!
Ordenó y todo el equipo de salió disparo a velocidades sobrehumanas con Inei claramente teniendo una ventaja monstruosa, solo un par de hombres lo venían siguien de cerca.
"Mas despacio chico, aunque ese hombre haya logrado escapar, si quieren mover la carga por lo menos les llevará un tiempo". La voz de Scathath sono a través de la línea, Inei dejo de mirar al frente para ver su anillo. No respondió de inmediato. Aunque entendía que aún tenían margen antes de que los bandidos intentaran mover a las prisioneras, el hecho de que uno de ellos hubiera escapado significaba que la alerta ya estaba dada.
No podían darse el lujo de perder más tiempo.
—No vamos a darles la oportunidad de reagruparse —dijo con voz firme, acelerando el paso—. Si queremos recuperar las cosas y a las chicas con vida, tenemos que llegar antes de que intenten trasladarlas.
Los hombres que lo seguían asintieron, comprendiendo la urgencia de la situación. A pesar de la velocidad con la que se movían, mantenían la formación, avanzando a través del bosque con precisión militar.
El Paso de las Sombras no estaba lejos. Era una zona traicionera, con terreno rocoso y grietas ocultas por la maleza. Un lugar perfecto para esconderse… o para tender una emboscada.
Inei lo sabía.
—Cuando nos acerquemos, nos dividiremos —ordenó mientras corrían—. Quiero dos escuadrones flanqueando los lados, el resto entrará conmigo.
—¡Sí, joven maestro!
El viento silbaba en sus oídos mientras avanzaban.
Entonces, justo cuando el bosque comenzaba a abrirse hacia una zona más árida, sintió un cambio en el aire.
Una presión inusual.
Inei detuvo su paso de golpe, levantando la mano para indicar a los demás que hicieran lo mismo.
—…Nos están esperando.
Los hombres tensaron sus cuerpos, preparándose.
Y justo en ese momento, un destello de energía surcó el cielo, seguido de un estruendo.
El sonido del trueno retumbó en el aire, y desde la entrada del Paso de las Sombras, una figura emergió.
El bandido de cabello morado.
Pero ya no estaba solo.
A su lado, varios hombres con armaduras ligeras y armas brillando con electricidad salieron de entre las rocas, rodeando la entrada de la cueva.
Una emboscada.
El hombre sonrió con malicia, su cabello alzándose ligeramente por la estática en el ambiente.
—Pensé que nos darían más tiempo para prepararnos… pero parece que ustedes también tienen prisa.
Inei lo observó en silencio, su mirada afilada como la hoja de una daga.
—…Mala decisión dejarte escapar.
El hombre de cabello morado rió, estirando los brazos.
—Sí, lo fue. Porque ahora…
Levantó una mano, y el cielo tembló con otro estruendo.
—¡Somos nosotros los que los tenemos acorralados!