—Acto III — Capitulo 22 —

El gran pilar de fuego llego a ojos de todas las regiones cercanas a la ciudad costera, dentro de la misma ciudad Lihen, las personas dueñas de puestos nocturnos observaron el gran pilar con temor.

Algunos nerviosos, otros más miedosos: —¿¡E-es un ataque!?—. Grito un hombre de mediana edad comenzando a correr horrorizado.

—¡Es el fin del mundo!

—¿!E-eso viene del recinto de los Nozen!?

Grito otro cayendo al suelo de espaldas. Y así durante minutos más y mas gente, comenzó a entrar en pánico

Mientras que en las residencias nobles de la ciudad, varias figuras observaban con temor pero tambien muy interesados.

—Padre...deberíamos...

Un hombre alto joven de cabello azulejo se inclino hacia adelante para susurrarle al oído a un hombre de apariencia longeva. 

Este hombre ladeo varias veces la cabeza, apoyándose en su bastón para poder pararse recto.

—Quiero que hagas unos arreglos y le digas a Ziyu que se arregle, mañana visitaremos a los Nozen

Dicho esto, el anciano se levanto apoyado en su bastón y comenzó a alejarse el hombre joven, el cual apretó las manos detrás de su espalda con frustración.

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—Srta. Liam, no creo que deba asomarse demasiado puede ser peligroso.

En una de las muchas ventanas de la subasta Miller en la ciudad, cerca de la cúpula que marcaba el final del edificio de la subasta, la gerente de esta sede. Liam Fei, observa el pilar de fuego apoyada contra la ventana mientras su asistente, la pequeña y dulce Lin Feng, se encuentra nerviosa por el pilar. 

—No te preocupes, no pasara nada, deberías admirar conmigo este suceso, no es algo que suceda todos los días. — Dijo Liam con una sonrisa, se alejo un poco de la ventana, admiro con ojos brillosos el pilar antes de darse la vuelta y empezar a caminar. —¿Tenemos algo importante para mañana?—.

Pregunto bajando las escaleras del piso, Lin Feng apresurándose en seguirla se movió y le respondió.

—La subasta de luna llena es lo único que hay programado para mañana—

—¿En serio? Que fastidio y yo que pensaba salir un rato....Bueno, puede que el venga.

—¿Señorita?

—No es nada~

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De vuelta en el corazón del bosque de la Residencia Nozen...

El pilar de fuego seguía ardiendo con una intensidad descomunal, alcanzando el firmamento como una lanza celestial que buscaba atravesar los cielos. Las aguas del lago se habían evaporado en su mayoría, dejando vapor danzando por toda la zona, y las rocas flotantes temblaban como si estuvieran vivas. En el centro de todo, Inei, sentado en posición de loto, sus ojos estaban en blanco, como si hubiera sido poseído.

Scathath que flotaba a metros del pilar, observaba maravillada el pilar.

—Es cómo si una píldora con esencia se estuviera formando—. Susurro encantada, bajo su mirada a su discípulo y entonces. La expresión de asombro cambió a preocupación cuando notó que el cuerpo de Inei comenzó a convulsionar ligeramente.

—¡Mocoso! —exclamó, desapareciendo y reapareciendo junto a él en un instante. El joven cayó hacia atrás, jadeando, pero con los ojos aún vacíos, como si su consciencia no estuviera allí.

Dentro de la mente de Inei. Todo era velocidad, vértigo, luz y vacío. Inei avanzaba a través de un túnel de energía azul, sintiendo como si su alma viajara a velocidades infinitas. A su alrededor, destellos de recuerdos, voces y sensaciones pasaban como estrellas fugaces, inalcanzables, incomprensibles.

Hasta que, de pronto, todo se detuvo.

La inercia desapareció, y sus pies tocaron un suelo frío y liso. Un inmenso salón de trono se extendía ante él. Las paredes estaban adornadas por escrituras antiguas, pilares de oro tallados con símbolos arcanos, y antorchas de fuego azul decoraban los costados del lugar. Al final del salón, sobre una plataforma de mármol negro, un trono gigantesco descansaba entre las sombras.

Y entonces... una voz retumbó, como si surgiera desde cada rincón de la creación.

—¿Quién demonios eres tú?

Inei sintió que su cuerpo se desgarraba desde adentro. Su corazón se oprimió. Sus pulmones dejaron de responder. El peso de esa voz, el poder detrás de esas palabras, era como si una montaña ancestral se hubiera posado sobre su alma. Sus rodillas se quebraron, cayó de bruces, y la oscuridad lo envolvió de golpe.

—Inei... Inei, despierta...

El tono suave de Scathath contrastaba con la firmeza de sus manos. Lo tenía recostado en su regazo, sus dedos acariciaban su mejilla sudorosa con gentileza, mientras una chispa de energía blanca recorría su cuerpo, ayudando a estabilizar su circulación de Arcam.

Poco a poco, Inei abrió los ojos. Su respiración era agitada, sus pupilas temblaban. El recuerdo de aquella voz aún lo estremecía.

—¿Dónde... qué fue eso...? —murmuró apenas, sin poder controlar el temblor de su cuerpo.

—¿Qué viste? —preguntó Scathath, su mirada fija en las pupilas negras del chico.

—Un trono...paredes con escrituras extrañas, pilares de oro... y una voz... —Inei respiró hondo, tratando de calmarse—. Esa voz... me pregunto quien era y sentí que mi cuerpo se estrujaba... Que moría...

Scathath entrecerró los ojos, el rostro más serio de lo normal.

—Tal vez... Hayas visitado las ruinas de un Deyshin...

—¿Deyshin?

—Los Deyshin son entidades muy poderosas que se negaron a abandonar este mundo aun después de muertos, con su último aliento, construyeron ruinas poderosas las cuales esperan ser conquistadas o dar paso aquellos que ellos consideran dignos. En pocos casos hay Deyshin, que deciden continuar aún después de muertos, pero los que toman ese camino se arriesgan demasiado.

Scatharh suspiró mientras acariciaba el cabello de Inei con un toque casi maternal.

—Si tu alma connecto con un lugar así, la persona que despertaste debe ser un antecesor de tu clan o alguien con el que tienes mucha compatibilidad.

Apartó su mirada de los ojos de Inei y observo como poco a poco, a paso lento, el lago volvía a llenarse gracias a la cascada del fondo.

Su mirada se alzo hacia el cielo nocturno, justo encima de ellos, un gran agujero en dividía a un gran baldo de nubes.

—Llamaste mucho la atención está noche, volvamos y descansa un poco, tienes los siguientes 3 días libres. Aprovechalos.

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Lejos de la ciudad de lihen, en una isla cubierta por niebla perpetua, una figura encapuchada, sentada ante una mesa cubierta de cristales y mapas, giró levemente el rostro.

—Jeje~ te encontré~.

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—Eso...¿Que fue?

El palacio principal de los Nozen, estaba bastante animado debido al pilar de fuego. Dede un balcón, Xiay en compañía de la pequeña Yeryn y Lucia. Observaban los rastros del pilar.

—Cuando una alquimista, más exactamente un farmacéutico forma una píldora de nivel alto, estás suelen traen anomalías elementales... Pero este pilar, es bastante único.

Lucia que estaba sentada en la barandilla del balcón se cruzó de brazos, girando levemente su cabeza hacia un sonriente Xiay que cruzaba más manos detrás de su espalda.

—Por supuesto que es único, ese pilar, es el futuro del clan.

Lucia soltó una lave risa mientras se bajaba de la baranda, miro una última vez los restos del pilar.

—Inei ¿Hizo eso?.

Pregunto una inocente Yeryn que no terminaba de entender lo que pasaba.

—Hmm, tal vez, activo algún tipo de poder o quizás su maestra le hizo un regalo. No lo sabremos hasta que el venga.

Respondió Lucia alejándose del balcón

—Vamos, es hora de dormir niña.

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Más tarde esa noche...

Las puertas del complejo personal de Inei se abrieron con un leve chirrido. La madera crujió suavemente bajo sus pasos, y el fresco aroma nocturno del jardín lo recibió con una brisa que arrastraba el olor a tierra mojada y flores nocturnas. A pesar de su cuerpo cansado y el peso de la experiencia vivida, Inei caminó en silencio, observando la tenue luz de las linternas flotantes sobre la pequeña laguna artificial en el centro de su patio.

Y entonces la vio.

En el centro de la laguna, envuelta por una cortina de vapor tenue, la mujer que él había rescatado días atrás se encontraba sumergida hasta los hombros. Su largo cabello, empapado, se adhería a su espalda desnuda, y la luz de la luna jugaba entre las gotas que recorrían su piel. Sus ojos estaban cerrados, relajada, como si el mundo fuera sólo ese instante. A pesar de estar cubierta por el agua, cada curva de su figura resaltaba con una sensualidad serena, natural.

Inei se quedó congelado en el borde del pasillo de piedra. La vista lo dejó sin aliento.

—Ah... —murmuró, casi sin querer.

La mujer giró ligeramente la cabeza, sus ojos se entreabrieron con un destello perezoso, antes de sonreír con tranquilidad.

—Estás de vuelta... —dijo con voz baja, melodiosa, como si ya supiera que él estaba ahí desde antes.

—No sabía que... —Inei desvió la mirada, rascándose la nuca con incomodidad—. No sabía que usarías la laguna esta noche.

—Dijiste que podía sentirme como en casa... ¿o acaso era una cortesía vacía?

—No, para nada.

La mujer rió, un sonido suave que se mezcló con el susurro del agua.

—Entonces quédate... —dijo mientras giraba de nuevo el rostro hacia el cielo, los ojos cerrados—. Es una noche muy tranquila para estar solo.

Inei sonrió y con pasos y movimientos ligeros, se quitó las botas y se remendo el pantalón, llegó al borde de la laguna y se sentó, sumergiendo sus pies en la cálida agua.

La mujer no perdió mucho tiempo y se acercó a el, pasando sus manos seductoramente por las piernas del chico.

—Luces cansado joven maestro—. Susurro acomodando su cabeza en el muslo izquierdo de Inei.

Inei instintivamente comenzó a acariciar su mejilla.

—Vi y sentí algo que me dejó muy cansado, el sueño está comenzando a ganar terreno.

Con una suave sonrisa la mujer apoyo sus manos en medio de las piernas de Inei y con un leve esfuerzo salió de la laguna.

—¿Eh?

Murmuró Inei observando con detalle como se alzaba el cuerpo de la mujer.

Ella apoyo sus manos en los hombros de Inei y le sonrió coquetamente.

—Entonces...¿Me dejarías mimarte está noche~?