El patio de la residencia privada de Inei estaba casi repleto por las hojas caídas de los árboles, que ya marcaban el inicio del otoño. El viento susurraba suavemente entre las ramas mientras los rayos dorados del sol acariciaban la escena.
Alina, con el cabello recogido en un moño apretado y una escoba de bambú en mano, barría con diligencia cerca del estanque de piedra. Alzó la mirada al oír pasos y su expresión se iluminó al ver a Inei acercándose, pero su sonrisa titubeó al notar que lo acompañaban dos jóvenes de belleza impactante.
—Joven maestro, bienvenido de vuelta —saludó, con un poco más de ánimo que esa mañana.
Inei se acercó a ella con una sonrisa cálida.
—No te esfuerces demasiado —le dijo suavemente—. Tu lugar aquí está más que asegurado. Yo las protegeré.
Alina ladeó la cabeza y respondió con una sonrisa humilde.
—Aunque sea así, no quiero ser una molestia. Mamá también piensa lo mismo… aunque no podamos meternos directamente en las tareas del clan, queremos aportar. Haré lo que sea, siempre y cuando no te cause problemas.
Ziyu entrecerró los ojos y cruzó los brazos, observando a la joven con detenimiento. Sus labios se curvaron apenas.
—¿Y ella quién es? —preguntó con tono aparentemente casual, pero con filo en su voz.
Alina bajó ligeramente la cabeza, sin perder la compostura.
—Soy Alina. Vivo aquí con mi madre y hermana gracias al joven maestro Inei.
—¿Una sirvienta? —añadió Ziyu.
—Más que eso —respondió Inei sin dudar—. Ella y su madre fueron acogidas por mí. No están aquí para servir a nadie. Son parte de esta casa.
Ziyu no dijo más, pero su mirada dejó en claro que tomaría nota de eso.
Yeryn, por su parte, se mantenía en silencio, pero su atención se dividía entre Alina y Ziyu. Una chispa de celos empezó a latir en su pecho al ver cómo Inei le hablaba con esa gentileza única. Esa gentileza que solo debía ser para ella.
Justo en ese momento, se abrió la puerta lateral y Sunsei apareció en el umbral, cargando a su pequeña hija Mei en la espalda, envuelta en una mantita de algodón.
—Oh… —exclamó con sorpresa al ver el grupo reunido—. Qué coincidencia tan agradable. Joven maestro, veo que no estás solo.
Con una sonrisa encantadora, Sunsei se acercó con un andar tranquilo. Su vestido algo más ajustado que de costumbre resaltaba su figura, y su tono de voz se volvió un poco más suave.
—¿No vas a invitarme a tomar algo también? Ya sabes que siempre me haces sentir en casa…
Inei se cruzó de brazos, divertido.
—Claro. Entra cuando quieras. Siempre eres bienvenida.
Sunsei se inclinó apenas hacia él, con una mirada cómplice que no pasó desapercibida. Mei balbuceó algo entre sueños mientras dormía, pero la madre no apartó los ojos de Inei.
Yeryn apretó ligeramente los puños, sintiendo cómo una punzada helada le recorría el pecho.
Ziyu ladeó la cabeza con un brillo de molestia en sus ojos.
"¿Otra más...?" pensó con una media sonrisa que no era precisamente amigable.
Lucía, que acababa de llegar por la parte trasera con un vestido más cómodo y suelto, notó el ambiente y no pudo evitar reír con suavidad.
—Bueno, bueno… parece que nuestro pequeño Inei ha crecido más de lo que pensábamos. ¿Planeas formar tu propio harem aquí en esta residencia?
—¡Tía! —protestó Yeryn en voz baja, sintiéndose aún más incómoda.
—¿Harem? —preguntó Sunsei, divertida—. Bueno, si hay pruebas de selección… no estaría mal participar.
Ziyu la miró de reojo con una sonrisa contenida.
Alina simplemente bajó la cabeza, fingiendo seguir barriendo, aunque sus oídos estaban bien atentos.
Inei, rodeado por esas mujeres que lo miraban con distintos tipos de afecto, no pudo evitar suspirar por dentro.
—Primero la subasta —dijo al fin, girándose hacia el interior—. Luego pueden matarse entre ustedes si quieren.
Lucia soltó una carcajada sincera ante la frase de Inei.
—“Primero la subasta, luego pueden matarse”… ¡Ay, Inei, me encantas! —exclamó divertida mientras se acercaba a él sin vergüenza alguna.
Antes de que él pudiera reaccionar, Lucia ya lo había tomado de la mano.
—¡Ven acá, campeón! Tú no vas a ir a una subasta de ese nivel con cualquier trapo puesto. Yo me encargo de que todas esas mujeres te miren, pero con respeto —le guiñó un ojo.
—Tía, espera… —intentó decir Inei, pero Lucia ya lo arrastraba escaleras arriba entre risas.
—No se acepta oposición, jovencito. Hoy vas a brillar.
Mientras Lucia se llevaba al segundo piso, en el primer piso, las chicas se sentaron alrededor de una mesa baja del salón principal. Una tetera humeante ya esperaba en el centro, junto con algunas tazas de porcelana decoradas con detalles florales.
Ziyu tomó asiento con una postura elegante, cruzando las piernas con suavidad. Sus dedos delgados levantaron la taza con delicadeza, pero sus ojos iban de una a otra de las presentes.
—Así que… ¿viven aquí con Inei? —preguntó, dirigiéndose tanto a Alina como a Sunsei, aunque su tono era más inquisitivo que curioso.
—Sí, el joven maestro nos permitió quedarnos cuando no teníamos a dónde ir —respondió Alina con voz tranquila, pero sin esconder su dignidad.
Sunsei, por su parte, sonrió con ese aire despreocupado que la caracterizaba.
—Y no solo viviremos… también lo cuidaremos, cuando haga falta. Ya sabes, una se encariña cuando alguien te salva la vida.
Ziyu entrecerró los ojos, ocultando su incomodidad detrás de una sonrisa fina.
—Qué dedicadas.
—¿Y tú desde cuándo eres su prometida? —intervino Yeryn de pronto, sin poder contener más su incomodidad.
—Desde esta mañana. Oficialmente —respondió Ziyu, mirándola directo a los ojos con una leve curva de orgullo en los labios—. Pero para mí, siempre estuve destinada a unirme a el.
La tensión flotó en el ambiente como una brisa helada. Sunsei, divertida, bebió su té sin dejar de observar.
—Vaya, entonces parece que esta casa se está llenando de competencia —dijo, sin disimular su tono travieso—. ¿Quién será la próxima?
—No es una competencia —murmuró Yeryn, bajando un poco la mirada, aunque su mano tembló ligeramente al sujetar la taza—. Yo solo quiero estar a su lado… como siempre lo he estado.
Ziyu la observó con detenimiento, percibiendo el peso emocional de sus palabras. Por un momento, la sonrisa en su rostro se suavizó, pero no respondió.
Desde el piso de arriba, la voz de Lucia se escuchó a lo lejos:
—¡Inei! ¡Deja de resistirte y déjame quitarte la ropa para ponerte esta túnica! ¡Con esos hombros vas a romper corazones, chico!
Las tres chicas jóvenes parpadearon, luego se miraron entre sí. Increíblemente distintas, pero unidas por una misma causa: Inei.
El té estaba caliente, pero lo que bullía en ese salón no era precisamente calor.
—Bueno, parece que alguien más va a ver el cuerpo de Inei este día...—Susurro Sunsei bebiendo un poco de te con una sonrisa picara, pues sus palabras trajo las miradas filosas de las señoritas enfrente de ella.
Desde el segundo piso, la habitación principal se llenaba de luz cálida que se colaba por los ventanales, reflejándose sobre las sedas y la madera barnizada del armario. Lucia, con una expresión entretenida y profesional, analizaba con atención un conjunto de prendas mientras Inei estaba a un lado… apenas en ropa interior.
—¡No me mires así, tía! —protestó Inei, visiblemente incómodo mientras se cubría ligeramente con una toalla.
—¿"Tía"? ¡Ya te dije que dejes ese título anticuado cuando estamos a solas! —respondió Lucia divertida, cruzándose de brazos mientras lo observaba de arriba abajo sin ningún tipo de vergüenza—. Además, si te vas a mostrar así en la subasta, necesito saber lo que hay debajo.
Inei suspiró, resignado. En verdad era imposible ganarle en terquedad.
Lucia caminó a su alrededor lentamente, con una ceja alzada, como quien evalúa una pieza de arte en exhibición. Sus ojos descendieron por la espalda de Inei, deteniéndose brevemente en las pequeñas cicatrices que recorrían su piel como memorias grabadas a fuego.
—Mmh… seis bloques marcados, simétricos —murmuró con una sonrisa, refiriéndose al abdomen firme de Inei—. No me sorprende que tantas estén peleando por ti allá abajo. Este cuerpo es… un escándalo.
Inei carraspeó la garganta, intentando ignorar el rubor que amenazaba con subírsele a la cara.
—No digas esas cosas —pidió en voz baja, girándose un poco para tomar la túnica que ella le había preparado.
Pero Lucia se adelantó, colocándose justo frente a él y posando sus manos en su pecho. Sus ojos, brillantes con un dejo de picardía, lo sostuvieron por un instante que pareció congelarse.
—No tienes por qué avergonzarte, Inei. No te imaginas cuánto orgullo siento de ver lo que has llegado a ser. No solo fuerte… sino hermoso. Estoy muy segura que lograras muchas cosas cariño.
Se inclinó apenas, su rostro a centímetros del suyo, y luego simplemente sonrió y dio un paso atrás, como si nada hubiese pasado.
—Bueno, deja de temblar y ponte esto. Con ese porte, quiero que dejes a toda la sala sin palabras cuando entres.
Inei se quedó quieto unos segundos, procesando la escena. No estaba acostumbrado a ese tipo de atención, ni siquiera de parte de alguien como Lucia. Tomó aire profundo y comenzó a vestirse con la túnica oscura y el cinto bordado en plata que ella le alcanzó.
Mientras tanto, en el salón de abajo, las miradas entre Yeryn, Ziyu y Sunsei se cruzaban como relámpagos silenciosos. La sonrisa provocadora de Sunsei seguía decorando sus labios.
—Así que tiene cicatrices… —musitó Ziyu, bajando la taza con elegancia—. Supongo que no es solo un adorno entonces.
—Claro que no lo es —respondió Yeryn con voz firme, levantando la cabeza—. Inei ha pasado por mucho más de lo que cualquiera de nosotras podría imaginar. No está donde está solo por su talento… lo ha peleado todo con su vida.
Sunsei sonrió con los ojos cerrados, saboreando otro sorbo de té.
—Eso solo lo hace más atractivo.
Las tres guardaron silencio, cada una con sus pensamientos, mientras los ecos del segundo piso seguían flotando en el ambiente. El silencio era espeso, lleno de emociones encontradas y un mismo anhelo compartido.
La atmósfera en el salón era espesa, cargada de silencios que decían más que las palabras. Las tazas de té estaban casi vacías, pero ninguna parecía interesada en rellenarlas. Ziyu mantenía su espalda recta, cruzando las piernas con un aire frío. Yeryn, algo encogida, miraba hacia el suelo mientras mordía su labio inferior, como si contuviera algo. Sunsei, en cambio, seguía completamente relajada, recostada contra el respaldo con una sonrisa coqueta en los labios. Y Alina… Alina observaba todo con una tensión mal disimulada.
—Ustedes deberían verlo, es un cuerpo maravilloso —repitió Sunsei con tono juguetón, mientras dejaba la taza sobre la mesa con un clink suave.
—Mamá… —intervino Alina en voz baja, pero con un dejo de súplica—. Por favor, no le eches más leña al fuego.
Sunsei soltó una carcajada suave, como si su hija le acabara de decir el comentario más adorable del mundo.
—Ay, hija… ¿Cómo no divertirse un poco cuando todas están tan tensas? Vamos, no es como si ya no estuvieran pensando lo mismo. Yo solo lo dije en voz alta.
Ziyu frunció ligeramente el ceño, pero no dijo nada. Yeryn apretó el borde de su falda con fuerza, visiblemente afectada. Alina suspiró y bajó la mirada, sabiendo que no iba a poder frenar a su madre.
…hasta que el sonido de pasos en la escalera desvió todas las miradas.
Lucia descendía primero, con una sonrisa satisfecha, como si hubiese terminado de esculpir una obra de arte. Justo detrás de ella, Inei apareció vestido con la túnica negra que acentuaba su figura, con bordados plateados que dibujaban patrones antiguos de dragones y llamas entrelazadas. Su cabello estaba recogido en una media coleta alta, y sus ojos, tranquilos, parecían contener la serenidad de un volcán antes de estallar.
Por un momento, las cuatro mujeres en el salón se quedaron en silencio, atrapadas por la imagen que descendía lentamente.
—Bueno… —dijo Lucia, dándole una palmadita en el hombro antes de apartarse—. Les presento al joven maestro en todo su esplendor.
Ziyu fue la primera en reaccionar. Se levantó sin apuro, su rostro inmutable, pero con un leve rubor en las mejillas que apenas logró ocultar al tomar aire.
—Hm. Supongo que… sí. No es tan mal atuendo.
Yeryn se puso de pie también, sin apartar los ojos de Inei. Su corazón latía con fuerza, pero no por celos ni por rabia… sino porque verlo así, tan maduro, tan digno, le provocaba una mezcla de orgullo y temor. El niño que una vez conoció ya no estaba. Y el hombre que ahora veía frente a ella… podía ser amado por cualquiera.
Sunsei lo observó con lentitud, como quien aprecia una copa de vino añejo.
—Te queda demasiado bien —comentó en voz baja, pero cargada de intención—. Las mujeres de esa subasta tendrán problemas para respirar cuando entres.
Lucia chasqueó la lengua.
—Ya lo creo. Es por eso que voy a acompañarlo. Para espantar a las lobas. No puedes soltar a un dragón en una sala llena de hienas sin alguien que controle el fuego.
Inei bajó los escalones finales con paso firme. Se detuvo junto a Lucia, su mirada pasando de una a otra de las mujeres presentes. Ziyu se le acercó primero, alzando la mano con suavidad para ajustarle el cuello de la túnica.
—Está torcida —dijo simplemente, mientras sus dedos rozaban su piel brevemente.
—Bueno Yeryn querida, es tu turno de cambiarte. Ya hable con Xiay y tu también vienes.
Con una sonrisa divertida Lucia se acerco rápido a la joven que permanecía con la mirada clavada en el joven hombre.
—¿Eh?
Murmuro al momento en que se dio cuenta de que Lucia ya se la había llevado de la mesa y ella ni siquiera se dio cuenta.
Inei soltó un suspiro acompañado con una sonrisa divertida por la escena, su mirada se volteo hacia Alina y luego Sunsei quien empezaba a cambiar de posición a la pequeña Mei que estaba en su espalda.
—No te preocupes por nosotras cariño, diviértete.
—Nos vemos luego.
Dijo con una nueva sonrisa, entonces extendió su brazo hacia Ziyu quien no dudo en aceptarlo y entrelazar el suyo.
Sunsei observo como ambos salían por las puertas de la casa y luego volteo hacia su hija, Alina la miro de vuelta alzando una ceja curiosa.
—¿Qué?—
—Sabes, creo que me gustaría que tu también compitas por el.
Dijo con una sonrisa divertida, Alina no hizo más que ponerse roja como un tomate.
—N-no, no seas tonta mamá, contra unas chicas como ellas, no tengo ninguna oportunidad...además, no deberías actuar así. Si la señorita Ziyu es prometida del joven maestro ¿No temes que en un futuro nos corra de su lado? ¿A donde iremos si eso pasa?
Sunsei noto el miedo en la voz de hija, levanto un brazo y la atrajo hacia ella en un abrazo cálido.
—No te preocupes por eso querida, si ella quiere eso no podrá hacerlo ni en mil años.
—¿Cómo estás tan segura?
—Inei es el heredero de este clan, el futuro líder. Si ella quiere tener una voz y voto más que el de Inei, debe ser más fuerte que el. Y créeme cuando te digo esto, Inei de aquí en adelante no hará nada más que crecer, Nadie lo va a parar. Solo alimentaran su ambición de ser más fuerte.