El grupo había dejado atrás la cabaña, avanzando por un sendero estrecho rodeado de árboles retorcidos. Aunque la tormenta había cesado, el aire seguía cargado de tensión, como si algo los acechara desde las sombras. El bosque parecía más oscuro de lo habitual, y cada crujido de ramas los hacía detenerse.
—Ese espejo... no sé si debimos llevarlo con nosotros, —dijo Aria, rompiendo el silencio. Caminaba al frente, su arco preparado.
—¿Y dejarlo ahí para que las sombras lo encuentren? —respondió Mina, sujetando el espejo envuelto en una tela. —Tiene respuestas. Lo sé.
—O quizás solo trae más preguntas, —murmuró Liam, apretando el mango de Lúminis. Desde que habían dejado la cabaña, la espada había permanecido en silencio, como si estuviera esperando algo.
El sendero los llevó hasta un claro, donde un enorme árbol caído bloqueaba el camino. Sus raíces sobresalían como garras, y parecía haber sido derribado intencionalmente.
—Esto no es natural, —dijo Aria, examinando el tronco con cuidado. —Alguien no quiere que sigamos avanzando.
Liam frunció el ceño, sintiendo cómo la tensión en el aire aumentaba. —Entonces vamos en la dirección correcta.
Mina se acercó al árbol y notó algo extraño en la corteza: símbolos grabados que parecían brillar débilmente. Al tocarlos, el bosque pareció responder. Un eco profundo resonó a su alrededor, y las sombras comenzaron a moverse.
—¡Cuidado! —gritó Aria, retrocediendo rápidamente mientras desenfundaba una flecha.
De las raíces del árbol surgieron criaturas hechas de humo, con formas amorfas que se contorsionaban y ojos rojos como brasas. Eran cinco, pero parecían multiplicarse con cada movimiento.
Liam desenvainó a Lúminis, cuya luz brilló intensamente, empujando a las criaturas hacia atrás. Sin embargo, estas no se dispersaron como antes. En lugar de eso, comenzaron a rodearlos.
—¡Son más fuertes aquí! —gritó Mina, alzando su cetro. Una ráfaga de luz emergió del cristal en la punta, pero las criaturas parecieron absorberla.
Aria disparó una flecha tras otra, pero las sombras se deslizaban entre los ataques. —¡Liam! Necesitamos un plan.
En medio del caos, Lúminis empezó a vibrar en la mano de Liam. Una luz cegadora lo envolvió, y de repente, el tiempo pareció detenerse. Se encontró en un lugar desconocido: un vasto campo lleno de espadas clavadas en el suelo, todas cubiertas de un extraño brillo púrpura.
En el centro del campo, una figura familiar lo esperaba: su madre. Su rostro era sereno, pero sus ojos reflejaban tristeza.
—Liam, no temas a la oscuridad, —dijo, su voz suave pero firme. —La luz de Lúminis no solo es un arma, sino una guía. Pero recuerda: la luz más fuerte proviene del sacrificio más grande.
Antes de que pudiera responder, la visión desapareció, y Liam volvió al claro, con las sombras rodeándolos.
Con renovada determinación, levantó la espada y la clavó en el suelo, liberando una ola de luz que se extendió por todo el claro. Las sombras chillaron antes de desintegrarse, y el árbol caído comenzó a arder con una llama plateada que no producía calor.
El grupo quedó en silencio mientras las últimas cenizas de las sombras desaparecían.
—¿Qué fue eso? —preguntó Mina, mirando a Liam con asombro.
Liam respiró hondo, mirando la espada que ahora brillaba con una luz tenue. —No lo sé... pero creo que Lúminis está tratando de decirnos algo.
El camino estaba despejado, pero la tensión en el aire seguía presente. Mientras avanzaban, notaron que los símbolos en el árbol eran similares a los de la cabaña, lo que confirmaba que todo estaba conectado.
—Esto no es una coincidencia, —dijo Aria, mirando el bosque con cautela. —Alguien está jugando con nosotros.
Liam asintió, pero no dijo nada. En su mente, las palabras de su madre resonaban una y otra vez: "La luz más fuerte proviene del sacrificio más grande."
Al final del camino, divisaron una figura solitaria esperando en la distancia, cubierta por una capa gris. Era Elandor, el guía que habían buscado. Pero algo en su presencia parecía diferente, como si no estuviera allí para ayudarlos, sino para juzgarlos.