—Gracias —dijo ella, agradeciendo el Dragón—. Muchas gracias.
En el amplio cielo amarillo, Kent podía ver innumerables rayos danzando por el cielo. La vista era como observar un mar de Leones y la cantidad de relámpagos danzantes aumentaba a cada minuto.
Al mirar el cielo lleno de leones, Kent sintió un peligro escalofriante proveniente de él. Ahora su sentido le decía que necesitaba aferrarse a la vida cuando ese rayo lo golpeara.
Kent quería más, pero el estruendo en el cielo le indicaba que su tiempo se había acabado y levantó la vista para ver un sitio verdaderamente aterrador.
El último rayo estaba a punto de caer y Kent aún sentía la muerte que el próximo impacto le deparaba.
Apretando los dientes sin más opción, Kent esperó el impacto. Unas llamas nirvánicas brillantes salieron del cuerpo de Kent cubriendo cada parte de su ser.
Con cada segundo que Kent permanecía sentado esperando la caída del rayo, se sentía como un año y todos los nervios de Kent temblaban.